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El derecho a lanzar bombas

La retaliación, el verdadero sentir de la nefasta lógica de la guerra “ N o perdonaremos. No olvidaremos. Los perseguiremos y los haremos pagar”. Eso decía el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, el jueves 26 de agosto. Unas horas antes, al menos 170 personas habían muerto en un doble atentado del grupo extremista ISIS-Khorasan (o ISIS-K) a las afueras del aeropuerto de Kabul en Afganistán. El horrendo hecho se dio en medio de la caótica retirada de las tropas extranjeras y el regreso al poder de los talibanes luego de 20 años de una inútil guerra. Ante el horror, el único mensaje de Biden era la retaliación directa, la cacería, la persecución ciega y desmedida. Y se cumplió. El 29 de agosto, 72 horas después del atentado en el aeropuerto de Kabul, un dron lanzó un ataque contra un objetivo en el que al menos un supuesto miembro de ISIS-K planeaba otro posible atentado. Pero no fue tal. El hombre señalado de ser el terrorista de ISIS era el ingeniero eléctrico Zemari Ahmadi, quie

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